Desde el primer momento sentí algo distinto entre él y yo, una especie de coquetería inherente en ambas direcciones, inocente tal vez para muchos, más no para mí. Miradas cercanas que invitaban a salir un rato, a caminar sin rumbo por calles inciertas a sabiendas del final.
Sonreí y seguí sin prestar atención, ocultando la huida con discreción. Pensé que era simplemente producto de la imaginación furtiva de una mente joven. Cuando eres una mujer de 22 años sueles dudar de todo a tu alrededor (hasta de ti misma).
Al conocernos una atracción innegable se manifestó, parecía venir desde décadas atrás. Hablamos de cualquier tópico con la confianza de los amantes, pude ser yo misma sin vergüenza alguna y aún no entiendo cómo ni por qué. Personajes ajenos sintiéndose tan cómodos que olvidaron el hecho de serlo.
Un “Algo Extraño” nos perseguía incitándonos a estar juntos, a necesitarnos. ¿Qué digo? ¿Necesitarnos? Pues sí, suena extraño que lo diga pero si. Comencé a extrañarlo, le escribí a diario por no menos de 3 semanas antes de nuestro segundo encuentro. Cualquier conversación era motivo de risas.
Le dije en más de una ocasión que me encantaba su voz, la encontraba sexy, agradable, llamativa. ¿Por qué dije eso? Sólo es mi amigo ¡Un amigo y nada más! Los amigos se halagan, recalcan sus virtudes. ¿Cierto?
En ocasiones trató de convencerme de lo contrario, fui clara, tajante un poco dado que el caso lo ameritó. ¿Sólo somos amigos? ¡Claro! Si nunca nos dimos siquiera un beso. Aunque en una ocasión estuve tentada. Eso es bastante común ¿No?
Algunas veces decía: “Mirarte a los ojos es un privilegio”. ¡Como si tuviera una mirada cautivante! ¿Tendré una mirada bonita? Con este problema visual, ese pequeño desvío en mi ojo ¿Quién podría verme linda? Siempre supe que no decía la verdad. ¿Me decía la verdad? ¿Acaso Aristóteles tenía razón?
Una vez me miró y sentí que desnudaba mi alma. ¿Dije eso? ¡Imposible! Si somos amigos. Siempre lo miré como amigo ¿No?
“Tenerte cerca es un regalo” – Decía. ¿Qué clase de regalo puede ser mi presencia? ¿Qué tarado puede disfrutar tanto de mi como para hacer semejante afirmación?
Anoche imaginé mil cosas mientras hablaba. Detallé cada gesto, su entonación, la textura de sus manos (intentó tomar las mías y me negué). Pensamientos aleatorios de cientos de universos donde él y yo éramos amantes golpearon a la puerta como bestia intentando salir.
Sensaciones desconocidas llegaron como torrente, buscando cualquier rincón para desbordar locura. ¿Por qué te sonrojas? – Dije, mientas la mente jugaba a los dados. Él pudo leerme. Lo sentí cerca como nunca a nadie sentí. Por eso me alejé de él. Sólo es un amigo, sólo eso. Un amigo nada más.